Continuidad Pedagógica N° 2 cs. sociales
fecha de entrega: 28 de agosto
Esta semana, vamos a repasar algunos aspectos de la historia argentina. En particular, en el período que va de 1880 a 1916, ustedes ya conocen algunas características de este período. Sobre todo, el proceso conocido como “gran inmigración”
Les dejo la actividad a realizar y los textos sobre esto para repasar lo visto antes de las vacaciones.
Actividad de síntesis
A partir de todo lo que estudiaron en la primer parte del año:
1. Elaboren un texto breve cuyo título sea “La Argentina de fines del siglo XIX y comienzos del siglo XX”.
Para redactar el texto, deberán tener en cuenta los siguientes temas:
• el modelo agroexportador y la inserción de la Argentina en el mercado mundial;
• el lugar de los pueblos originarios;
• el orden conservador;
• el desarrollo regional diverso;
• las condiciones de vida y laborales de las trabajadoras y los trabajadores;
• la protesta social y la oposición al orden conservador.
La división internacional del trabajo
Como resultado de las transformaciones que desencadenaron la Revolución Industrial (que se originó en Gran Bretaña hacia la década de 1780), la economía mundial se modificó profundamente. Con la expansión del mercado mundial, aumentó la circulación de mercancías, capitales y personas. Ya a mediados del siglo XIX, se había consolidado una nueva división internacional del trabajo de la que participaban, por un lado, un conjunto de economías especializadas en la producción de materias primas y alimentos y, por otro, un segundo conjunto de economías dedicadas a la producción de manufacturas industriales. En ese marco, comenzaron a incrementarse los intercambios comerciales entre países con distintos tipos de economías. Esos intercambios solían favorecer, fundamentalmente, a los países que tenían economías industrializadas. Por eso se dice que el intercambio era desigual.
Los países más poderosos, que habían desarrollado sus industrias, como Gran Bretaña y Francia, tenían colonias en regiones de África, Asia y Oceanía. Allí extraían las materias primas con las que fabricaban productos industriales que, luego, les vendían a esas mismas colonias.
La Argentina agroexportadora
En su mayoría, los países de América Latina no se transformaron en colonias de las potencias europeas. Pero sus economías sí se convirtieron en dependientes de ellas. Esto se debió a que se insertaron en el mercado mundial como productores de materias primas y alimentos, por lo que dependían de la importación de manufacturas y de las inversiones de capitales de los países industrializados. En ese contexto internacional, la Argentina logró insertarse en el mundo como proveedora de lana, carne vacuna, trigo, maíz y lino. El modelo económico que adoptó se conoce ahora como modelo agroexportador. En aquel tiempo, al especializarse en la producción agropecuaria, nuestro país necesitaba importar productos manufacturados de otros países. Es decir que vendía sus productos para poder comprar lo que aquí no se producía. Pero también importaba capitales: inversiones extranjeras que se utilizaban para desarrollar aun más este modelo económico. Ejemplo de ello son las inversiones de empresas británicas tomadas para el desarrollo de la red de ferrocarriles que servía para transportar las materias primas hasta el puerto de Buenos Aires con el objetivo de exportarlas. Esto favorecía, sobre todo, al desarrollo de la región pampeana, que tenía las mejores tierras para trabajar los productos de exportación.
El modelo agroexportador modernizó al país y lo convirtió en uno de los mayores exportadores del mundo. Gracias a él, un sector de la población argentina se beneficiaba en forma creciente: los dueños de las tierras y de las producciones que podían venderse al mundo. Sin embargo, la mayor parte de la sociedad no obtenía beneficios de este modelo: los salarios de las y los trabajadores eran bajos y las condiciones de vida, precarias.
El orden conservador
El orden conservador fue el régimen político que funcionó en la Argentina entre 1880 y 1916. En dicho orden, el manejo del poder político estaba concentrado en manos del Partido Autonomista Nacional (PAN), que estaba formado por alianzas entre los sectores más poderosos de las distintas provincias.
En ese marco, la participación política en los actos electorales estaba muy restringida. El voto no era obligatorio sino voluntario y estaba reservado sólo a los hombres. De este modo, se prestaba a muchas irregularidades.
La oposición al orden conservador
Hacia fines del siglo XIX, con la llegada de una gran cantidad de inmigrantes al país, la sociedad argentina mostraba grandes transformaciones. Además, problemas sociales tales como la pobreza, el hacinamiento y las malas condiciones laborales comenzaban a profundizarse. Sin embargo, en ese contexto, la insatisfacción de amplios sectores de la población no se traducía, solamente, en reclamos laborales. También se hacía fuerte una visión negativa del PAN –el Partido Autonomista Nacional– y crecía la demanda por una mayor participación política.
En ese marco, a lo largo de la última década del siglo XIX, se organizaron diversas fuerzas opositoras. Entre ellas el movimiento anarquista y el Partido Socialista (PS), surgidos del movimiento obrero, y la Unión Cívica (luego Unión Cívica Radical), que tenía miembros que formaban parte de los grupos de poder pero cuestionaban al PAN. Estos movimientos opositores llevaban adelante distintas estrategias de lucha. Anarquistas y socialistas realizaban reuniones, movilizaciones en las calles y huelgas exigiendo que se respetaran los derechos de las y los trabajadores. El PS, a diferencia de las y los anarquistas, también presentaba candidatos propios en las elecciones para disputarle el poder al PAN a través del sufragio. Por su parte, la Unión Cívica realizaba reuniones y levantamientos armados con el objetivo de terminar con el gobierno del PAN, al que acusaba de corrupto y fraudulento.
El descontento social, la presión del movimiento obrero y los levantamientos radicales pusieron en crisis al orden conservador. Hacia principios del siglo XX, se intensificaron los conflictos dentro del PAN y algunos de sus miembros impulsaron proyectos de reforma electoral. La pérdida de legitimidad del régimen político llevó a que sus propios representantes buscaran transformarlo a partir de una ampliación de la participación política que apuntaba a canalizar las demandas sociales por caminos institucionales, alejándolas de las estrategias de acción directa impulsadas por las organizaciones obreras. Entre ellas, la huelga.
La Ley Sáenz Peña
La Ley 8.871, sancionada en febrero de 1912, fue impulsada por el entonces presidente Roque Sáenz Peña, que gobernó el país entre 1910 y 1914. La ahora llamada “Ley Sáenz Peña” establecía que el voto, además de ser “universal” -desde hacía varias décadas podían votar solamente los varones mayores-, debía ser secreto y obligatorio. El carácter secreto del sufragio apuntaba a evitar el fraude electoral, que era una práctica muy extendida en la vida política argentina y su carácter obligatorio a aumentar el número de votantes, comprometiendo así a la ciudadanía en la elección de sus representantes. Gracias a esta disposición, tenían derecho y obligación de votar todos los varones mayores de 18 años nativos (nacidos en el territorio argentino) o naturalizados (extranjeros que habían adoptado la ciudadanía argentina).
La ley también establecía que el padrón electoral debía elaborarse a partir del padrón militar, lo que apuntaba a hacer más transparente el registro de los votantes. Asimismo, la reforma electoral aseguraba la participación legal de la oposición, en la medida en que establecía el sistema de lista incompleta. De acuerdo a este sistema, dos terceras partes de los cargos para las cámaras legislativas se otorgaban a la fuerza política con más votos, mientras que la segunda fuerza recibía la parte restante. De este modo, la ley favorecía la representación de las minorías.
Si bien la reforma electoral dio lugar a un proceso de democratización de la vida política argentina, este resultó incompleto. A pesar de que el sufragio era “universal”, una gran cantidad de personas no tenía derecho a votar. Entre ellas todas las mujeres, además de los hombres extranjeros, dementes, sordomudos, presos, mendigos, eclesiásticos, militares y policías.
Más allá de sus limitaciones, la Ley Sáenz Peña transformó la vida política de la época y permitió a la Unión Cívica Radical llegar al poder a través de las urnas en 1916. Entonces, comienza un período de presidencias radicales que llegaría a su fin en 1930.
El modelo agroexportador y el desarrollo regional
Impacto del modelo agroexportador en las economías regionales
Avancemos un poco más sobre algunas de las transformaciones que se produjeron en las diferentes regiones del país y en los distintos sectores sociales.
La producción artesanal local
Los productos industriales que los barcos traían desde el exterior y que los ferrocarriles distribuían en los distintos puntos del país impactaron en las actividades de producción y venta de muchos talleres artesanales de Catamarca, La Rioja y Santiago del Estero. Las posibilidades de trabajo quedaron limitadas, en general, a los empleos que brindaban los gobiernos provinciales. En ese marco, se incrementó la migración hacia Tucumán, Buenos Aires, Rosario y Mendoza.
La prosperidad de algunas actividades regionales
En ese mismo marco, algunas producciones regionales sí prosperaron. Sobre todo, la del azúcar en el noroeste y la del vino en la zona de Cuyo, especialmente en Mendoza. Estos productos eran vendidos en Buenos Aires, Rosario y otras ciudades y pueblos de la zona pampeana.
Sin embargo, la prosperidad de una actividad no siempre implicaba la mejora de las condiciones de vida de quienes trabajaban en ella. Por ejemplo, en los ingenios azucareros se percibían salarios bajísimos por extensas jornadas de trabajo y se recibía la paga en vales que sólo podían usarse en la proveeduría del mismo ingenio, en la que la comida y otros bienes de primera necesidad se vendían a precios muy elevados.
El desarrollo del modelo agroexportador y los pueblos originarios
En 1884 y 1885, el general Benjamín Victorica, Ministro de Guerra, entró finalmente al Chaco con fuerzas de Ejército y Marina. Aunque hubo entreveros con los indios, pronto estos no pudieron hacer nada; murieron jefes importantes y sus tierras fueron ocupadas. [...]. Aunque muchos rancheríos quedaron independientes, estaban ya en medio de las nuevas estancias y colonias [de inmigrantes], perdiendo antiguos cazaderos y lugares de pesca. Así se vieron cada vez más obligados a emplearse durante algunas épocas del año, primero en aserraderos locales y zafras azucareras del Noroeste, y después también en las cosechas de algodón. [...] El Ejército también se ocupó de organizar el trabajo de los indígenas, que generalmente no cobraban en plata sino en vales para comprar ropa y comida en algunos almacenes que vendían carísimo; no tenían más remedio que aguantar porque los vales no servían en otra parte.
Palermo, Miguel Ángel. (1993). Los jinetes del Chaco (pp. 57-58). Buenos Aires, Argentina: Coquena Grupo Editor, Libros del Quirquincho.
La organización de las trabajadoras y los trabajadores
Hacia fines del siglo XIX, en los centros urbanos, las condiciones de vida de las familias de trabajadoras y trabajadores eran precarias. Los salarios eran bajos y las jornadas de trabajo muy extensas. Además, muchas familias vivían en habitaciones pequeñas y debían compartir el baño y la cocina con otras. Estas condiciones provocaron, entre la última década del siglo XIX y las primeras décadas del siglo XX, numerosas huelgas y protestas en el país.
En la organización de las trabajadoras y los trabajadores, fueron muy importantes el movimiento anarquista y el Partido Socialista. Ambas fuerzas cuestionaban al sistema capitalista. Pero los socialistas y los anarquistas se diferenciaban, fundamentalmente, en que los primeros pensaban que podían lograrse mejoras en las condiciones de trabajo y de vida a través de la acción de los legisladores y de las leyes, mientras que para los segundos el cambio podría darse solamente a partir de una huelga general que cambiara el sistema económico y político por completo.
Las condiciones laborales en centros urbanos y rurales
Hacia fines del siglo XIX y principios del XX las expresiones de descontento frente a la desigualdad que provocaban las condiciones laborales de las y los trabajadores fueron en aumento y ocurrieron diversas protestas en los centros urbanos y también en las zonas rurales.
En particular, el 25 de junio de 1912, en la localidad de Alcorta, provincia de Santa Fe, ocurrió un fuerte reclamo de las y los trabajadores de la tierra junto a comerciantes y chacareros (dueños de pequeñas chacras) de la zona. Reclamaban a los terratenientes (dueños de grandes extensiones de tierra) percibir salarios más justos, la rebaja de los arrendamientos (es decir, de los precios de los alquileres de las tierras) y mejores condiciones laborales en general. A esta protesta, se la conoce popularmente como “El grito de Alcorta”.